Monday, February 3, 2020

Reyando sin reyes por Granada



Por Mochilero 

A mi Mari (Malamañosa), en su cumpleaños cuarenta y poco, con el amor y paciencia de nuestros viajes aquí en la Patria y por allá en las de otros. No sería ni remotamente igual sin ti.

“Quiero que los Reyes me traigan un microscopio para ver a estafilococos”, disparó Mario sin ninguna contemplación. El joven no pesa 60 libras ni mojado con todo y ropa. Tiene 11 años y aún no alcanza los cinco pies de altura.

No lo dijo por facilitar una conversación entre extraños, lo acababa de conocer y ni idea tenía de que enseño Microbiología en la Universidad de Puerto Rico. José María y Teresa tampoco conocen a estafilococos. Nos acogieron a ciegas, a Mari y a mí, por unos días en el barrio granadino del Realejo. No entienden la obsesión de Mario, solo sé que Teresa estuvo todo el día pre-sísmico de Puerto Rico allá en el sur de España buscando un microscopio “de verdad”.


No se pregunte cómo llegamos allí, aún no sé explicarlo. Resulta que los amigos nuestros acá en la Isla, Nadja y Camilo, son amigos de Elena, quien está casada con un gringo, uno bueno como testimoniaba con múltiples anécdotas José María, que a su vez es el esposo de Teresa, padre de Mario. Nos comentaban que, en un viaje por una boda, gozaron todas las noches hasta el amanecer con la cuñada de Elena, o sea, Teresa y de ahí se hermanaron. Por los horarios y el listado de lugares recomendados aún sigo pensando que los boricuas de Trujillo no conocieron la ciudad con luz natural.

No fue necesario el certificado de buena conducta, tampoco el resumé. Cuando supieron que iríamos a "Graná", se hizo el puente automático. Era una manera real e imaginaria para Nadja y Camilo regresar a la ciudad vieja. “Acá los esperáis” recibimos por un nuevo grupo de WhatsApp al cual me añadieron sin preguntar.

“Pórtate bien y responde” me advirtió María de las Mercedes, que ya conoce cómo se me complica interactuar así de la nada. Tampoco tenía los meses de distancia que necesité al principio de nuestra relación para finalmente hablarle a su hermano Raúl. “Es que él es del campo” dice ella siempre para explicarlo.

“Lo importante es disfrutar. No os estresáis, el plan que tenemos es recorrer la ciudad con vosotros”, nos advirtieron antes de llegar manejando hasta la estación ferroviaria de Andaluces. Los días previos habrían sido para conocer Sevilla y los pueblos blancos de Cádiz desde Arcos de la Frontera, Grazalema, Olvera y hasta el pueblo que nació bajo las rocas de Setenil.




Los próximos días serían para caminar la ciudad, promesa de Reyes cumplida.

Por un callejón hasta el Lavadero del Celta y de ahí a buscar una ‘caña’ en Carmen de San Miguel. Ya entrada la noche, subimos por escaleras, calles estrechas y recovecos hasta la Alhambra, la referencia de esta ciudad, inmensa ciudad-fortaleza árabe que se vislumbra desde casi cualquier lugar y a cualquier hora en Granada. Seguimos bajando por el Callejón de los Chinos, luego la Vereda de los Tristes nos llevaría a la Taberna del Darro que hace frontera con el Río de Oro. Tapas, vino y conversación por paradas. En Puerto Rico esto sería clasificado como chinchorreo, pero sin ‘coche’.





Placitas, escaleras y más callejones hasta la parte alta del Albaycín sería la ruta siguiente. Así llegamos a Miradores Carvajales, a San Nicolás, a la Placita de Aliatar (los caracoles) hasta la Placita del Agua. Adelante, hasta la Puerta de las Pesas hacia la Plaza de San Miguel para bajar 4,000 pasos de vuelta al apartamento. La bajada del Albaycín incluyó una parada en la Calle del Beso, donde nos detuvimos a rendir homenaje a su nombre.

“¿Os veis la Catedral? Llegáis allí, están los Reyes", diría José María en algún momento. Se refería a los reyes católicos, preservados en no sé qué, sus cuerpos en pública exposición.
Mari, que desconoce a estafilococos, sí anda obsesionada con cementerios y muertos. Días antes habríamos hecho parada en otra catedral con una estatua al tope de una estructura musulmana que da vueltas con el viento y donde yacen 200 gramos de Cristóbal Colón. Así como lee, “¡200 gramos confirmados con prueba de ADN!”. Para tan poco contenido no sé por qué construyeron un ataúd de tamaño normal. Dicen allá que, de Valladolid, se llevaron sus restos a Santo Domingo para luego trasladarlos a Cuba. Finalmente, con su repatriación nos liberamos en América de sus restos descompuestos por parientes evolutivos de los estafilococos.


¿Los Reyes? De seguro mi abuelita Ivelina -la colorá de Coabey- habría querido que hiciera parada allí pero, al conocer que habría que pagarle en euros a la difunta monarquía, desistimos para seguir a la Fundación García Lorca. La exposición Jardín desecho estaría en sus últimos días y el asesinato franquista y la historia del poeta sí eran parada obligada. Había que verla con Mariano, el hermano filósofo y literato de Teresa, tío, cuidador y conspirador de Mario. A la salida, subiríamos al Sacromonte. En cada descanso, parábamos por una ‘caña’ y conversábamos con toda la familia extendida. Al final del paseo, la vista vale todos los pasos en escalada. Buscamos una cueva especial en el barrio gitano, donde nos dieron a beber de la bota, por aquello de mantener ‘viva’ la tradición.



Teresa es maestra de literatura, José María también. Viven en Ceuta. “Sí, le conseguí el microscopio”. Desde acá pienso a Mario descubriendo un mundo no evidente al que solo podemos llegar a través de un viaje óptico con lentes magnificadores trabajando en conjunto con iluminación. ¿Habrá conocido a la microscópica bacteria con morfología esférica en arreglo de paquete de uvas? Los estafilococos suelen causar infecciones en la piel y hasta producir toxinas responsables del síndrome shock tóxico.

Hay mucho de valentía en querer conocer de cerca a este microorganismo peligroso. Espero no crea Mario que podrá observar con ese instrumento al nanométrico coronavirus, para eso necesitará un costoso microscopio electrónico de decenas de miles de euros. En ese momento Teresa tendrá que confesarle que los Reyes no existen, que mejor se dedique a conocer a estreptococos, otra bacteria esférica con arreglo celular en cadena, algunas de las cuales nos enferman, mientras otras nos protegen la piel.




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