A las 48 horas de llegar de
Brasil, mientras me dirigía a Adjuntas, sabía que algo no andaba bien conmigo.
Le escribí a Mari, “creo que estoy enfermo, es Malarilla”. Esa combinación de
lo real con la construcción de palabras ilógicas es parte de un humor que en
nuestra relación resultó ser un atributo que me favorecía inicialmente pero que,
a cinco años, me rebota en contra, inclusive con mis hijas que muestran frustración
y algo de vergüenza. Ella me dice que somos productos culturales y eso mismo
uso para explicarle, pero no lo reconoce. Crecí escuchando a la Tremenda Corte
por WPAB. Aquellos que conocen saben que Trespatines -el personaje principal
que siempre terminaba en la cárcel- se ganaba la vida enredando palabras y
construyendo nuevas. Tinti es igual, Alexis y todos en mi familia crecimos
disfrutando de este singular programa que en Radio Casa Pueblo se pasa a diario
en el horario del almuerzo. Todos en mi casa somos en parte producto de esta
mancha cultural pero creo que soy el único que lo deja ver. “¿Qué es Malarilla?”,
me preguntó. “Malarilla es malaria con fiebre amarilla”, le respondí.
Viajar trae consigo riesgos que, de hecho, modifican mucho
la forma en que participamos. Por ejemplo, consumo de vegetales crudos que se laven con agua de la pluma podrían ser fuente de exposición a patógenos
comunes de alimentos. Los Norvovirus
o bacterias como Shigella o Salmonella podrían causar serios problemas
gastrointestinales y manejarlos cuando se está lejos del hogar no es bonito. Por
eso Mari no consume tragos en sus viajes, para prevenir
contacto con el hielo. En su lugar, consume vinos, espumosos o cervezas. Las caipiriñas
fueron todas para mí. En estos países, el hielo de agua filtrada y destilada ha
mejorado y representan avances que han reducido dramáticamente el llamado “mal
del viajero”. Aún así, no se puede bajar la guardia y lo comprobé hace un año con
mi sobre-confianza en los pisco-sours de maracuyá en Perú (aunque valieron la
pena). Dependiendo del lugar que se visita, existen otros riesgos de
enfermedades locales que usted debe conocer y minimizar exposición. En el caso
de Panamá y Brasil, malaria, fiebre amarilla, dengue, chikungunya, zica… Muchas
son familiares para nosotros en este Caribe subtropical y el rol del mosquito
como vector de estas enfermedades es otro elemento común. Entonces un buen
repelente de mosquitos es siempre una buena idea. Fácil escribirlo ahora pero,
durante el viaje, no vimos mosquitos, mucho menos nos pasó por la mente ponernos repelente.
No tengo malaria y estoy vacunado contra la fiebre
amarilla. Malarilla fue para llamarle la atención a Mari. Esa tarde, al
regresar a la casa, era evidente mi suerte. “Dolor en todo el cuerpo, debilidad
y fuerte dolor de cabeza, me pica la camisa que tengo encima (como un rash)” le
adelanté por mensajes de textos. “Cámbiate la camisa, debe ser de esas que
traes llenas de hongos de Adjuntas y que te dan alergia”, me respondió del
saque. Sin embargo, al llegar, me encontré con otra versión de María: la G doc.
La he visto antes en acción e impresiona. G doc no de google document sino de Google
Doctor. “Mi amor, por los síntomas que me cuentas creo que tienes dengue o
influenza. Te llevo acetaminofén, agua de coco porque necesitas mantenerte bien
hidratado. ¿Algo más?”
¿Agua de coco? ¿Tú que no me dejas guarecerme en la playa
bajo una palma porque un coco me puede caer encima, me propones como hidratante preferencial
el agua de coco? ¿Pero qué pasó con las aguas puras y cristalinas de la cuenca
hidrográfica del Bosque Modelo? Hidrátame con esas, pensé. Sin
embargo, no entré en esa discusión porque sabía que iba a perder, mas
se me había presentado una oportunidad: estaba siendo consentido. En lugar de
50, pensé que podría actuar como adulto con capacidad de 5 años sin ser mal
juzgado. “Creo que un heladito me caería bien al estómago, pero no de esos
saludables que no saben a nada. De macadamia por favor”. Ella ni titubeó, el
helado lo incluyó sin objeción.
No es la primera vez que paso por dengue ni influenza. Uno
sabe que las infecciones virales se tienen que aguantar, y con medicamentos y
otras estrategias manejar los síntomas. Lo importante es estar hidratado y
mucho Tylenol. Así aguanté el viernes, sábado y domingo. Mal, pero manejable.
Quieres que te lleve al hospital, me propuso varias veces. Ve al médico, sácate
sangre, hazte pruebas. Bueno, llegó el lunes y era como un pasito pal frente y
dos para atrás. En ese momento, por los fuertes dolores de cabeza, pensé que
podría haber una meningitis envuelta u otra cosa y decidí aceptar la
insistencia de María con la gentileza del laboratorio de Lilí en la Avenida Roosevelt
para hacerme la prueba de influenza. Lo habían dialogado ellas en la fiesta de
los 60 años de Claridad el sábado en la noche, fiestón que evidentemente me
perdí.
Mientras me atendían en el laboratorio, consulté vía
mensajes de texto con el doctor Cabanillas, que apenas aterrizaba en la Isla
tras un corto viaje de oncólogos cuerdos y locos en Chicago. Fernando
Cabanillas es tío de Mari y ella me insistió en que le consultara.
YO: Haciéndome la prueba de
influenza, la fiebre bajó pero las punzadas que se repiten en la cabeza me
llevan loco.
Parece que
influenza negativa.
DOCTOR: ¿No será que tienes dengue?
¿Te hicieron el CBC?
YO: Sí, ya mismo me dan los
resultados.
Para la prueba de influenza no te sacan sangre, por eso
accedí a ir en primer lugar, pero para un CBC sí. La prueba del CBC me la
hicieron en contra de la mitad de mi consentimiento en claro menosprecio de un
lado de mi ser. Cuando en el laboratorio me preguntaron sobre incluirla pregunté
de vuelta “para esa le sacan la sangre a uno, ¿verdad?”. El yo racional dijo
que sí, pero el técnico fue incapaz de reconocer la objeción de mi yo
emocional. Increíblemente, no entendió cuando dije que sí. Usted sabe, es un sí
de esos de cuando estás en una discusión de pareja y preguntas si todo está
bien y ella responde con un sí. Debió saber que era no. Y en menos de nah, ya la
prueba de sangre estaba en la máquina de análisis sin saber que sería el
primero de un quinquenio de pinchazos en menos de 8 horas.
Luego de enviar una fotografía de los resultados del CBC…
DOCTOR: Es compatible con dengue,
debes monitorear las plaquetas periódicamente para asegurarte que no bajan
mucho y tienes que tomar mucho líquido porque la hemoglobina alta sugiere que
estás deshidratado. No tomar aspirina ni Advil, solo Tylenol ¿Quién es tu médico?
¿Quién ordenó tus pruebas?
YO: La G doc MM Narváez.
DOCTOR: Necesitas un internista o alguien
como Towi que te monitoree. Cualquier problema me avisas.
YO: Dele, gracias. Mejor
así porque google doc Narváez me ha cuidado bien pero su diagnóstico sigue
siendo de google.
DOCTOR: Pero no estaba tan lejos del
diagnóstico.
YO: No, esa es la cosa, ¡es
buena! Pronto hay que oficializar el título.
DOCTOR: Con cuatro años más de
google puede coger la reválida.
YO: ¿Reválida? G Doc
Narváez tiene sobre 15 años de experiencia adivinando informadamente
condiciones de salud.
Al regresar a la casa, el dolor de cabeza se agudizó y en
lugar de víctima decidí sacar mi lado científico. Observación #1: “Las punzadas
en la cabeza dominan en el lado derecho con frecuencias de 5 a 10 segundos
entre eventos. Su intensidad aumenta con el tiempo”. Basado en los trabajos de
Christian Pellicier en Mayagüez de hidroterapia, pensé y estipulé como
hipótesis que me salvaría con las aguas cristalinas del Bosque Modelo en lugar
de agua de coco. Observación #2: “La presión de H2O clorinada sobre
el tejido externo cerebral tiene un efecto de anulación de las punzadas en la
cabeza”. Celebré por 15 minutos bajo la ducha mi pequeño descubrimiento. Sin
embargo, a la vez sabía que era un logro pírrico e insostenible. Cada vez que
sacaba la cabeza de la ducha las punzadas regresaban, era un efecto temporero
con resultados beneficiosos muy a corto plazo. Aún así, recordé la importancia
de la cuenca hidrográfica.
Entonces otro concepto afloró tras leer la columna
dominical del doctor Cabanillas. “El placebo se refiere a un
mecanismo psicológico que nos causa la mejoría de un síntoma cuando tomamos una
sustancia inerte e ineficaz, creyendo que se trata de un medicamento. El creer
que vamos a experimentar una mejoría provoca el efecto beneficioso. En cambio,
el efecto nocebo es lo contrario, y consiste en sufrir una serie de eventos
adversos por conocer de antemano los efectos secundarios de un medicamento.
Esto nos hace creer que el medicamento es perjudicial para nuestra salud y que,
al eliminarlo, puede que se sienta mejor. En otras palabras, el optimista
experimenta el efecto placebo, mientras que el pesimista es aquejado por el
efecto nocebo”. Yo que soy optimista terminé con el efecto nocebo… ¡Para qué
fue eso! Cuatro horas después de no encontrar posición, forma, ángulo,
pastilla, nada que me quitara las condenadas punzadas tuve que hacer buche y
plantarme frente a G Doc: ‘’Llévame al Hospital, no puedo más”.
Lo
mejor que hicimos. Tras pinchazos, placas, CT Scan, placa de pecho para
descartar infección pulmonar, demerol, suero y más pinchazos creo que estoy
mejor. Terminé también con positivo a influenza y agregaron el tamiflú al cocktail
al lote de medicamentos recetados. Qué ironía, no sería malarilla sino
inflengüe (un merengue de influenza con dengue).
Para
muchas de estas infecciones los tiempos de incubación están en unos 8-10 días,
tiempo que usualmente programamos nuestros viajes. Es decir, que si usted
quedara infectado el primer día de visitación, aún así pude disfrutar de su
viaje y regresar a tiempo para usar el Hospital de su preferencia local. En
este mundo globalizado, llevamos enfermedades a otros lugares y traemos otras.
Hemos cambiado la biogeografía (la distribución) de las enfermedades en el
Planeta y los desafíos de resistencia, virulencia y transmisión están sobre la
mesa. El problema es grande. Favorezco la biodiversidad pero no sé cuán
orgulloso pueda estar de aportar un dengue carioca a los dengues boricuas. Pienso
que esos dengues cariocas ya circulaban acá como los boricuas en otras partes.
Entonces, como diría el ilustre conejo, ‘Estamos bien’.
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